En tiempos del presidencialismo absolutista (la presidencia imperial le llamaría Krauze), todo lo decidía el presidente: si preguntaba qué hora era, la respuesta inmediata era “la que usted diga señor”. Claro que éste era un chiste pero reflejaba la realidad, pues por ejemplo el licenciado Echeverría llegó a declarar que las finanzas se manejaban desde Los Pinos, en obvia referencia a la casa presidencial, con lo que provocó la renuncia del secretario de Hacienda.
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